Bueno chicos a continuacion os publico otra cosilla ya que hace tiempo que no subo nada es un relato que acabo de presentar a un concurso literario no ganare pero... no creo que este demasiado mal.
Fue una noche agitada, era mi primer asesinato. A mis 36 años no había tenido ningún
problema con nadie, era un conocido abogado con un pequeño piso en la calle Serrano y
mi oficio me permitía vivir desahogadamente pero, últimamente los traficantes y las
lumias iban en aumento y ya estaba harto de soportar esa situación.
Paseo por la calle Montera de Madrid, concurrida de día y poco visitada de noche.
Empecé a deambular por la zona hasta encontrar a una de esas mujeres que venden su
cuerpo en esta calle. Me repugnan, la ciudad está sucia y nadie hace nada por impedirlo.
Si la policía no hace nada lo haré yo.
Contraté sus servicios y nos fuimos a un motel cercano, usé un nombre falso por
supuesto y pagué en efectivo, nos alojamos en la habitación 251. Cerré la puerta con
llave al entrar y empecé a desnudarla besando todo su cuerpo, la tiré sobre la cama y me
tumbe sobre ella acariciando su piel desnuda cuando de la gabardina, que todavía no me
había quitado, saqué con un movimiento rápido y silencioso la vieja navaja que mi
abuelo me regaló en su lecho de muerte. Con un movimiento fugaz tapé su boca con mi
mano izquierda y con la derecha le asesté un corte en su delicado cuello de cisne. La
sangre empezó a resbalar por mis manos tan pura, tan ardiente... dejando por fin ese
cuerpo corrupto sin vida. Era una sensación tan placentera... su respiración duro poco,
dejó escapar un último suspiro y finalmente falleció
Mi primer asesinato, mi primera obra de arte, pero no la última. Saqué el cuerpo ya sin
vida de la habitación y lo dejé en la puerta de otra cercana, limpié la habitación a
conciencia sin dejar ni un sola gota de la sangre de esa vulgar lumia y una vez estuvo
todo limpio salí del motel sin que el recepcionista me viera. Nunca más volví a saber
nada de aquel asesinato, mi único recuerdo fueron los sueños que tuve donde se repetía
una y otra vez la misma escena en la que le daba muerte.
Pasaron los días y no apareció en las noticias, nadie llamó a mi puerta, todo transcurría
normal lo que me dio fuerzas para seguir con lo que yo denominaba “mis obras de arte”;
toda la sociedad es impura y yo debo limpiarla. Ya era hora de subir un escalón más en
esta repugnante sociedad, mi segundo objetivo fue fácil de escoger, pero necesitaba algo
mas que simplemente cortarle el cuello. Era una ama de casa cansada y frustrada, la vi
en varias ocasiones discutiendo con su marido en un taller de la calle Alcalá del que,
según descubrí mas tarde, él era el dueño.
Pasé varias veces por esa calle hasta que un día vi a su mujer salir del taller rápidamente
y visiblemente enfadada; comencé a seguirla hasta alcanzarla y luego le dije que era un
amigo de su marido, que había oído la discusión y que me gustaría invitarla a un café
para poder hablar de lo ocurrido minutos atrás en el taller. Titubeó unos segundos pero
finalmente aceptó. Alegué no conocer la zona para que ella eligiera el lugar, quería crear
un ambiente ameno y de confianza y esa me pareció una buena manera de empezar.
Caminamos hasta un bar cercano y pedimos un par de cafés, empezó a contarme los
problemas que tenía con su marido hacia los cuales presenté mucho interés aunque en
realidad todo era mentira. La confianza era alta pero no suficiente para que aceptara
venir a mi casa todavía, la charla era relajada y grata por ambas partes, pero me dijo que
debía irse para preparar la cena a su marido e hijo. Le ofrecí la posibilidad de volver a
tomar algo a lo que acepto sin dudarlo un instante. Nos citamos en el mismo lugar unos
días mas tarde, días que aproveche para preparar mi segunda “obra de arte” cogiendo
un viejo tablero que guardaba en el trastero. Le hice 8 agujeros lo suficientemente
grandes para poder pasar cuerdas por ellos, todo estaba listo y preparado y todavía me
quedaba un día libre que aproveché para averiguar un poco mas sobre ella y notar que
las disputas con su marido eran casi constantes; cada vez que me acercaba al taller
estaban gritándose hasta que ella se acababa marchando. Llegó por fin la noche deseada,
era una noche oscura y sombría, hacía unas horas que había parado de llover, por lo que
aun se sentía la humedad muy presente en el ambiente, me acerqué al bar de nuevo
esperando no conseguir más que la tarde pasada pero me sorprendió; el local por la
noche tenía una pequeña discoteca y ella vestía un traje largo de noche que le quedaba
realmente espectacular. A pesar de su avanzada edad he de admitir que era
verdaderamente atractiva, pero eso no debía nublar mi objetivo. No era mas que un ser
infeliz que, inconscientemente, vino a mí buscando su purificación. La saludé con un
par de besos de cortesía y nos adentramos en el local. Estaba oscuro y lo único que se
podía ver era gente bailando iluminada por una gran bola de discoteca. Quizá fueron las
bebidas, quizá fue la atmósfera de aquel lugar, pero la noté más suelta, relajada… y
empecé a notar señales de atracción hacia mí, pero no seguro de ello y por miedo a tirar
todo el trabajo a la basura me limité a actuar con normalidad y a esperar. Las señales
cada vez eran más notables y cada vez estaba mas embriagada por el alcohol, la
atracción era clara así que aproveche la situación y la besé lo cual no lo rechazo incluso
respondió gustosamente. La saqué del local y la llevé hacia mi casa, que no estaba lejos
de allí, mientras seguía besándola y acariciando su piel. Llegamos en pocos) minutos, le
desgarré el vestido y la cogí en brazos llevándola hasta la bañera ya preparada para la
ocasión. Al llevarla en brazos no se dio cuenta hacia donde nos dirigíamos, por eso no
esperaba lo que le iba a pasar. Me metí en la bañera con ella todavía en brazos, era muy
grande y espaciosa así que cabíamos sin problema, la tumbé sobre la tabla y la até de
pies y manos. Empezó a sospechar algo preguntándome que qué pasaba, que hacia, pero
simplemente me limité a introducirle un pañuelo en la boca y empecé mi pequeña
tortura conocida como “la gota china”. Su desesperación aumentaba por momentos y
eso me encantaba cada cinco segundos caía una gota sobre su frente. En unas horas su
alcoholismo se había disipado y se agitaba fuertemente sobre el tablón con un muy
notable pánico en su mirada esperando encontrar en mis ojos un poco de compasión
pero, solo encontró ira y despreció.
Pasaron las horas y su pánico se convirtió en terror, sabía que su muerte estaba cerca,
era su fin, tras cuarenta y tres horas sin quitarle ojo de encima terminó muriendo de un
paro cardíaco. Fue tan placentero... no derramé ni una gota de sangre y fue aún más
dulce que la vez anterior. Ver la desesperación por vivir de esa mujer durante horas, ver
como caía agua sobre su frente y no poder beber, ver como durante horas no podía
dormir, la locura a la que la llevó fue un magnífico regalo por mi trabajo y me
arrepiento de haber sido tan simple con mi primera victima aunque, sentir su sangre
resbalando por mi cuerpo fue algo inolvidable pero mejor hubiera sido verla volverse
loca de desesperación como mi segunda victima; simplemente maravilloso.
Oigo pasos que se acercan paran junto a mí y una voz firme pero calmada me dice: Bien
Álvaro, has acabado tu terapia, ya estas totalmente curado, en unas horas llegarán tus
familiares a recogerte y podrás marcharte definitivamente del centro psiquiátrico. Mi
historia acaba aquí. Lo único que me alimentó estos años fue el deseo de al fin poder
salir a la calle y hacer que mi víctima no solo sean letras sobre un papel sino que sean
reales. Al fin dejo el papel y el bolígrafo, ya no los necesitare más, es la hora de escribir
mi historia con la sangre de mis victimas, es la hora de que los asesinatos que estos años
escribí se hagan reales, es la hora de cumplir todos y cada uno de los sueños que estos
años guardé, es la hora de purificar este mundo corrupto, es la hora de tu muerte.
Todas mis fantasías serán reales ahora.
Realmente soy un soñador práctico; mis sueños no son bagatelas en el aire. Lo que yo
quiero es convertir mis sueños en realidad
Mahatma Gandhi
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